Ha llegado a mis manos, por la generosidad de un colega, un
artículo publicado en la prestigiosa revista “Pediatrics”, la publicación
oficial de la Academia Americana de Pediatría. El título del artículo es:
Promoción del bienestar de los niños cuyos padres son gays o lesbianas
Y muestra una investigación extensa, profunda y seria, sobre
los niños criados en estas condiciones, tal como lo hiciera la Academia
Americana cuando se aprobaron en EEUU las primeras leyes de divorcio.
En aquel momento, tal como ahora, se hicieron pronósticos
catastróficos sobre el fin de la familia, que en realidad ha demostrado ser una
institución bastante más fuerte y firme de lo que nos querían hacer pensar los
agoreros de aquellos tiempos.
Premisa de la que parte esta investigación dice: “Abundantes datos disponibles, procedentes de
más de 30 años de investigación, revelan que los niños criados por padres
gays y lesbianas han demostrado resiliencia con respecto a la salud social,
psicológica y sexual, a pesar de disparidades económicas y jurídicas y el
estigma social.” [1]
Durante treinta años, se han estudiado, de las más variadas
formas y con los más diversos instrumentos, los niños que se han criado con
padres gays o lesbianas. Y se ha demostrado fehacientemente que no presentan
conductas inadecuadas, ni padecen patologías psicológicas, más que los niños a
quienes crían parejas heterosexuales.
Pero… todo tiene un pero, los científicos también hacen
notar que “La falta de oportunidades para
las parejas del mismo sexo a contraer matrimonio aumenta el estrés de las
familias, lo que afecta la salud y el bienestar de todos miembros del hogar.
Porque el matrimonio fortalece a las
familias y, de ese modo, beneficia el desarrollo de los niños, es que los
niños no deben ser privados de la oportunidad de que sus padres estén casados.
Los caminos a la paternidad, que incluyen técnicas de reproducción asistida, adopción,
y fomentar la crianza de los hijos, deben centrarse en las competencias de los padres
y no en su orientación sexual.”
¿Por qué no pueden casarse dos personas del mismo sexo? Si
miramos cuáles son los impedimentos para contraer matrimonio, en nuestro código
civil vemos: ser menor de edad, estar emparentados, un matrimonio anterior no
disuelto, haber sido obligado a casarse. Eso hace que si alguien es mayor de
edad, no lo obligaron, nunca se casó y no son primos o algo parecido, dos
personas pueden casarse. Nadie les pregunta a ninguno de los dos si tiene
historia de violencia doméstica, si mató a alguien, si tiene trabajo o si
estafó a un pueblo. O si tiene historia de abuso a niños, o violencia sexual. Es
más, no se pide certificado de buena conducta para contraer matrimonio. Por lo
cual, aunque todo eso sea positivo, la buena persona puede casarse igual, siempre
y cuando sea heterosexual.
Hoy leí algunas opiniones sobre el origen de la palabra
matrimonio: que significa “matriz”, por el útero materno, o “mater” por la
maternidad. Encontré en internet (grande Internet!) el significado de la
palabra en el Diccionario original de la RAE. Luego de varias referencias a que
se realiza entre un hombre y una mujer bautizados
(lo cual hace dudar de la objetividad de los académicos en aquella época) dice:
“Llámale Matrimonio del nombre Madre, por
las mayores fatigas con que concurre la mujer a la propagación de la especie.”
Si en eso basamos la negativa a aprobar el matrimonio
igualitario, vamos mal. Porque nos hemos pasado los últimos cien años luchando,
gritando, marchando y protestando, para que la responsabilidad (y por lo tanto
las fatigas) de la propagación de la especie, recaiga por igual en ambos
integrantes del matrimonio.
Las políticas públicas y la opinión general se basa en que
la mayoría de las familias están compuestas por un padre y una madre casados,
criando hijos biológicos. Eso ya ha demostrado no ser verdad: la familia del
siglo XXI es una constelación de variedades, tan ricas como la misma realidad.
Madres solas, por elección o por separación o abandono, padres solos, adopción,
por no hablar de la fertilización asistida, la donación de esperma y óvulos, y
las madres sustitutas. Y los cientos de niños que quedan sin una familia que se
ocupe de ellos y que les proporcione el amor, el cuidado y los vínculos, esos
sí imprescindibles para un adecuado desarrollo y una adecuada inserción en la
sociedad. Y recordemos que casi la totalidad de esos niños son producto del
abandono de padre heterosexuales.
En EEUU, las familias “tipo” eran, en 2010, el 65,3. No
tengo a mano los números en nuestro país, pero creo que se le asemeja. Por otra
parte, cuando queremos investigar aquí el número de niños que han sido criados
por parejas de gays o lesbianas, o por gays o lesbianas sin pareja, se
complica. O bien porque la pregunta no se hace, o porque se contesta con
reticencia, en virtud de proteger a esos niños de los prejuicios. En el censo
americano de 2010, se identificaron casi 132 mil hogares de casados del mismo
sexo, y más de 500 mil hogares con parejas del mismo sexo, aunque no casados.
En estos hogares, están siendo criados 111 mil niños. Si a eso agregamos los
niños criados por gays o lesbianas que no viven con una pareja, de eso resulta
que casi dos millones de niños menores de 18 años, están siendo criados por al
menos un padre gay o lesbiana en EEUU.
No podemos saber cuál es la situación en Uruguay, pero sí
sabemos que existen muchos, muchos niños que están siendo criados por gays o
lesbianas, solos o en pareja. Podemos suponer que en general, se trata de niños
concebidos en matrimonios heterosexuales que luego de la separación conviven
con las nuevas parejas, gays o lesbianas, de su padre o madre. Aún no es
posible, para esas parejas, la adopción.
Pero, HAY NIÑOS siendo criados por gays, lesbianas, y
parejas homo. Esa es la realidad. Le guste a quien le guste, ¡o no le guste!
Los niños, que son porfiados, están ahí. Y las investigaciones en otros países,
dicen que esa crianza es efectiva, es adecuada. Dice que no están en mayores
riesgos que los niños hijos biológicos de matrimonios heterosexuales que siguen
juntos.
Lo que sí dicen las investigaciones, es que cuando los
padres se separan, o cuando se quedan sin trabajo, o se enferman o mueren, esos
niños quedan desprotegidos, porque no tienen el estatus jurídico que el
matrimonio les confiere. Porque no olvidemos que el matrimonio es un contrato,
un contrato social que otorga derechos y obligaciones a quienes lo suscriben.
¿Qué sucede cuando un niño que ha sido criado por su madre y
la pareja lesbiana de ésta, debe asistir a la separación de esa pareja, y la
ley no le otorga a quien lo crió con amor, dedicación y eficiencia, el derecho
a seguir en contacto? ¿Qué sucede si se le niega a la pareja gay de un padre
fallecido, el derecho de continuar su crianza, aunque eso haya hecho durante
toda la vida del niño?
Cuando ni siquiera se hablaba de matrimonio igualitario, ni
de adopción por los homosexuales, ni siquiera de homosexualidad, recuerdo haber
dicho una y mil veces: no importa la etnia, el color, la religión, la ideología
de los padres de un niño, mientras cumplan con el rol que la parentalidad
exige: que cumpla la función normativa y la función nutritiva, que le de amor,
y le permita adquirir los valores primordiales para vivir y ser útil a la
sociedad.
Yo me alegré mucho cuando leí este artículo, donde se afirma
que “…la literatura acumulada durante más
de 30 años, en conjunto, proporciona una seguridad robusta, confiable y válida
sobre el bienestar de los niños criados por padres del mismo sexo.” Repito,
igual que las investigaciones de decenas de años sobre los niños hijos del
divorcio. ¿Cuál fue el resultado en aquél caso? Que lo importante es el
vínculo, no si están juntos o separados, sino qué tipo de vínculo mantienen
entre sí y con el hijo en crianza. Y yo agrego que también de que existan los
mecanismos legales para que el niño no se convierta en rehén de unos padres
vengativos que olvidan los deberes de protección para con el hijo. O sea, el
vínculo otra vez.
“El matrimonio apoya la permanencia y la seguridad (los
ingredientes básicos para el desarrollo saludable de los niños). El matrimonio
es también el mecanismo oficial de la sociedad para conferir derechos,
beneficios y protecciones, que ayudan a parejas, como cónyuges y padres de
familia y a sus hijos, financiera y legalmente.”, dice la Academia Americana.
No creo que nadie dude de la afirmación precedente. Sin
embargo, se le niega a los niños y adolescentes hijos de las parejas gays y
lesbianas, los derechos que les son inherentes, por un hecho sobre el cual
ellos no tuvieron incidencia.
Por lo tanto, sigo pensando que “…es en el mejor interés de los niños que tengan el derecho a la
seguridad de la crianza y el cuidado permanente que viene con el matrimonio
civil de sus padres, sin distinción de sexo de sus padres o la orientación
sexual de los mismos”.
Y una última reflexión: estaría muy bueno que la iglesia
dejara de emitir juicios lapidarios sobre esta situación. Bastantes cosas
graves y urgentes pasan en su interior. Tengo la esperanza de que este papa
Francisco, capaz de lavar los pies de una mujer musulmana, en un acto de un
simbolismo sobrecogedor, también sea capaz de cambiar la postura de la iglesia
respecto a los gays y lesbianas, y, por qué no, el matrimonio igualitario. Todos
somos hijos de Dios, los niños y jóvenes son nuestro mayor preocupación, y son
a los que dedicamos nuestro mayor esfuerzo. Y estoy segura que hay muchos gays
y lesbianas para los que sería muy importante poder cumplir con los sacramentos
que su fe les impone, pero no les otorga.
Obviamente, no estoy ni cerca de ser una experta en
cuestiones de fe, pero sí sé que estamos pobres de espíritu, que nos hemos
perdido en el fárrago del consumo y la banalidad de tener en vez de ser.
Entonces, cuando hablamos de algo tan grande, sagrado, fundamental y central
para la sociedad como es la familia, creo que se impone un cambio de criterio,
para poder acompañar a estas nuevas, cambiantes, diversas y fuertes familias
del siglo XXI, que han demostrado con creces, que están lejos de extinguirse.
[1]
http://pediatrics.aappublications.org/content/early/2013/03/18/peds.2013-0377.full.pdf+html.
Todos los subrayados y destacados son míos.
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